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Salomón Arquilevich Nikolaiev – Rebeca Sterin de Arquilevich

Salomón Arquilevich Nikolaiev – Rebeca Sterin de Arquilevich

Tenía dos años cuando mi padre llegó a Argentina con sus padres y su hermana mayor, Genie (Ana Rosa en Argentina). Venían de Nikolaiev, Ucrania, el pueblo se llamaba Kavalevka. Se fueron de Rusia para tener una vida mejor, como millones de tantos otros.

Se establecieron en Buenos Aires y mi abuela murió a los 25 años, papá tenía dos años y medio. No haber conocido casi a su madre le coloreó toda su vida.

Eran pobres. Vivieron en un conventillo, después en otro. Mi abuelo se llamaba Rivn, Rubén Arkilovich, luego fue Arquilevich, y mi abuela Jaia Perel Rodlevich. La tumba de ella está en Liniers. Falleció en 1913. No se sabe de qué murió, tal vez una enfermedad que trajo de Rusia o un mal embarazo. Nadie habló de eso con mi abuelo. Mi papá supo que su madre estaba enterrada en Liniers a sus 18 años a través del cuñado. Sabía cuánto le dolía a su padre y prefirió no indagar.

Cuando enviudó el abuelo se relacionó con una viuda con dos hijos e hicieron familia nueva. Tenían dos hijos cada uno. La mujer se llamaba María Goldfarb de Horbacovsky. Con sus hijos Andrés y Julio mi papá creció. Con María la relación no fue fácil, aunque mi papá le debe el cuidado que recibió, era un asmático severo. Reconoció que ella y su padre remontaron situaciones muy difíciles como la muerte de Genie, la hija mayor de mi abuelo, y de Andrés, el hijo mayor de María. Vivieron tragedias y estuvieron juntos hasta el final de las vidas. Mi papá por gratitud los trajo de Buenos Aires, los ayudó.

Fue un hombre rebelde. Creo que su asma fue más fuerte que él, hasta tuvo que dejar la escuela. Pasaba mucho de su vida en la calle porque en la casa no podía estar por los ataques que le daban.

Cuando tenía seis o siete años se fueron a Santiago de Chile por dos o tres años, y regresaron a Buenos Aires. A los once años se escapó de la casa y se fue a vivir a una pensión en la zona del mercado de Abasto. Es una saga como se las arregló para vivir, cómo encontró la pensión y un trabajo. Y luego, por los anuncios del diario consiguió trabajo en otra pensión como lavaplatos.

Al final volvió con el padre, pero se asfixiaba. La familia de María fue cuidadosa con él, y uno de los tíos le ayudó a buscar y a costear médico para el asma en el hospital Italiano y en el Israelita. Estuvo internado varias veces hasta que a los 13 años cambió de clima. Se fue a Villa Clara, unos amigos de la familia de María tenían un negocio importante y lo recibieron. Se acostumbró a ganar su dinero; quería ser reconocido y valorado, huía de dar lástima.

Allí, se encontró a un señor, Zuce Goldman, polaco y sionista, dueño de un café, el único del pueblo, innovador, pero trabajar duro no era lo suyo, y como papi fue buen trabajador, crearon un lugar que dio que hablar. Tenía cuartos para jugar a los naipes, los colonos dejaban todo lo que ganaban, y las mujeres venían a llorar porque el juego empobrecía a las familias, papá se cansó de trabajar allí. Volvió a Buenos Aires, pero el asma no lo perdonaba.

El tío tenía un hermano en Cosquín y lo invitó. Ya mi padre era un adolescente y fue bien recibido, pero no con el afecto que él buscaba desde pequeño. Se fue de allí y comenzó a buscar trabajo, después volvió a Villa Clara, el señor del café le pidió que fuera con él, pero no resultó y se volvió a Cosquín.

Tenía 17 años, leía mucho, se interesaba por las condiciones de la gente humilde, y se hizo activista de izquierda. Entre Cosquín y Santa María, se encontraban estos jóvenes, diseñaban programas de acción y actividades varias. Estamos en 1928- 1930 en tiempos de Uriburu.

Mi papá finalmente se radicó en Córdoba, trajo a sus padres y los cuidó. Vivieron un tiempo en mi casa. Después los abuelos se fueron a casa de Julio, hijo de María y su familia. Él llegó a Córdoba cerca del ‘30, y comenzó a buscar una habitación. En una de estas búsquedas, un día le abrió la puerta de una pensión de Alta Córdoba mi mamá. Era la hija de la dueña, no sabía que ella vivía allí, pero ya se conocían de la biblioteca o de ProCor, una institución donde la gente progresista se reunía, jóvenes de utopías. Creo que eran bundistas. Fue un romance rápido, cuatro años de novios, mi mamá estudiaba Obstetricia, se recibió en 1935.

Papá trabajaba como cuentenik[1] y comenzó a viajar en auto, y vivía en casa de mis abuelos maternos. El zeide, en realidad, no era mi abuelo sino la pareja de mi abuela, lo adorábamos.

Trabajó en distintos lugares y siempre ganó, decía que podía vender piedras. Nunca volvía a casa sin dinero. Eran cuenteniks; salían a la calle y sabían que tenían que traer el dinero a la casa.

Mi madre nació en Buenos Aires en noviembre de 1909, mi abuelo llegó en 1907. Mi abuela vino con su hermana mayor. Todos se movían de la Europa Oriental, quien tenía algo de dinero se iba. No sé de dónde llegaron, nunca encontré la información. La abuela, Clara Segal de Sterin vino muy joven a San Antonio, una colonia de Entre Ríos. Se encontró con un hombre que se llamó Aron Berestovoy, anarquista. Pero cambió su apellido por Sterin. Mi abuelo, decía la familia, estuvo de alguna forma con el plan de Radowitzky, el famoso anarquista. Pero Radowitzky negó cualquier tipo de colaboración y de alianzas, según él fue un acto solitario. Lo cierto es que mi abuela se escapó con este hombre. Lo poco que se es por mi tía, una hermana de mi madre, la más jovencita. Supe que se fueron a Ubajay, Entre Ríos, al lado de Palmar Yatay o Santa Isabel, donde hay varias colonias, un pueblito chiquito que daba servicios a todas esas colonias. Allí nació la última hija, ya tenían tres más. Creo que antes, cuando vivían en Buenos Aires, estaban radicados en Isla Maciel y según investigaciones históricas era un reducto de prostitución y anarquistas. En ese lugar se juntaban los rebeldes, pero no tengo pruebas que mis abuelos eran parte. Parece que en Ubajay había Berestovoy. Después del nacimiento de la cuarta hija, mi abuelo se separó de mi abuela y se fue a vivir a Montevideo. Tal vez mi abuela se cansó de un hombre que vivía huyendo y con trabajos inestables. Con tres hijos y un bebé se juntó con el abuelo amado de mi vida, era entrañable. Nos cuidó y nos quiso como pocos abuelos quieren a sus nietos. Parece que se enamoró de mi abuela seriamente y se convirtió en el padre de todos los chicos, era bastante más joven que mi abuela.

Mi mamá vivió con su padre al menos ocho años. Creo que él le enseñó a escribir yddish, mi mamá lo hacía perfectamente. Cuenta que eran muy pobres, las hermanas compartían ropa y zapatos, una vez cada una.

En 1926 vinieron a Córdoba. Mi abuela quería que los chicos estudien y en Ubajay había hasta tercer grado. Mamá terminó el secundario y estudió obstetricia. Mi abuelo Grinhauz nos sentaba frente a él y nos contaba cuentos, historias, era un gran narrador, nos hacía llorar con sus relatos. Dio amor a manos llenas.

En 1948, con la declaración del Estado de Israel mi papá se hizo sionista socialista, y miembro del partido Poalé Tzion Smol. Nunca tuvo relación con los aspectos religiosos del judaísmo. Mi madre colaboraba con la liga de la tuberculosis, la Wizo y otras organizaciones. Llegaba gente después de la guerra enfermos de tuberculosis, y la colectividad ayudaba.

Mi papá buscaba confrontarse con gente brillante, nosotros éramos muy conscientes de no pertenecer a ese núcleo, pero mis padres querían rodearse de los mejores, siempre, porque era la única manera de aprender y evolucionar. Así entraban a casa ideas y pensamientos nuevos. Mamá no nos dejaba un momento libre, había que ir a francés, a inglés, a danzas, y a declamar, a los nueve años fui a la tnuá y luego fui madrijá[2], no tenía un minuto. Eso fue un mandato claro, con dinero o no. Todos en casa fuimos activistas y yo en ´63 hice aliá. Los padres se fueron primero, nosotros, los hermanos quedamos solos en Córdoba. Estuvieron en un Kibutz, medio año, trabajaron y estudiaron hebreo y luego se fueron a vivir a la ciudad. Cuando nosotros llegamos todavía vivían en el kibutz, unos meses después se mudaron a la ciudad. Primero en Natania, mami trabajó en el hospital como obstetra, lo que nunca hizo en Argentina lo concretó en Israel.

Sé que había un kinderland[3], donde colaboraban. Esto fue antes de Hebraica, donde mi padre también fue parte, uno de los creadores. Encontraban dinero, tengo varios objetos que demuestran su trabajo dentro de la colectividad. Gestionaba, junto a otros, la parte económica de la comunidad. Entonces había el Banco Israelita y la Cooperativa Ituzaingó, él activaba allí. Tengo cartas que cuentan sobre la Cooperativa.

Papá ayudaba a la gente que quería hacer alía[4], y en el negocio se juntaba ropa y cosas para la gente que lo necesitaba en Israel. Mi casa era un lugar donde la vida comunitaria estaba día a día vigente. Llegaban los shlijim[5] a casa, dormían, comían. También en la fábrica de papá se reunían, tomaban cafés unos con otros. Era un no parar!

Yo recuerdo que en las cenas siempre había alguien, venía cada noche el Dr. Isaías Shpilfoiguel, era un hombre muy capaz, “el tío Schpilfoiguel” le decíamos, venía cada noche, y eran discusiones de ideología y de cómo adelantar las ideas sionistas y las ideas del partido. Siempre hubo un trabajo continuo de llevar las dos cosas adelante: sionismo y socialismo. La parte sionista empezó a cobrar altura cuando la gente como mi padre dejaron de ser tan pobres, y se pudieron ocupar con cierta libertad de otros menesteres. Más de una vez compartí mi cuarto, con alguna de esas chicas que venían de Israel como shlijot, nadie me preguntó mi opinión, papi me decía:- Esta chica dormirá con vos- y así era. Me sentía parte del movimiento sionista, y veía esto con naturalidad. Y estaban no sé cuánto tiempo, y todos en casa fuimos parte de ese movimiento incesante. Papá ayudó mucho a quienes querían hacer aliá. Le interesaba la educación: iba a Buenos Aires a encuentros de educación yddishista, o hebrea.

Fueron años muy lindos, hasta que nos fuimos; cuando eso sucedió la familia se rompió por un tiempo. Yo tenía 16 años cuando mis padres se fueron a Israel, hicieron aliá antes que nosotros, porque teníamos que terminar la escuela. Mi hermana Amalia ya se había ido antes con su marido y una hija pequeña. Yo me quedé sola con mis hermanos Beto, Jaime y Adriana, su flamante esposa. Tenía la escuela, el ken, pero la familia era importante. Medio año después hicimos aliá, pero nunca más volví a vivir con mis padres. En Argentina tuvimos una buena vida, era época de esperanzas.

Mi padre en Israel empezó a buscar qué hacer, después de tres años de lucha encontró un negocio que fue el mejor de su vida. Yo creo, porque en Córdoba tenían un negocio que iba bien, pero el de Israel era sofisticado, con importación, y viajaba a Europa a comprar, no sé cómo tenía esa capacidad para emprender de esa manera.

Era un valiente, creativo, muy generoso. Ayudar para él fue muy importante. Recuerdo que una vez fui a un campamento de la tnuá, tenía nueve años, en algún lugar de Córdoba, nos pusieron las carpas… yo no tenía idea…era la primera vez que salía de casa… Uno de esos días empezó una lluvia y un viento tremendo, las carpas volaron, nos quedamos todos empapados, muy chicos, un grupo de mi edad, y los más grandes tendrían 13 años. Los madrijim nos llevaron en un ómnibus a un lugar donde había una casa, había techo, ya ni ropa teníamos, y vemos que llega mi papá en un auto, repleto de sandwichs, todos muy kasher, eran grandes, ricos, de jamón y queso. La vida en Israel no le resultó fácil a mi padre: de ser un referente, llegó a un país sin idioma y sin gente que lo reconocía, siempre pienso cómo hubiera sido su vida en Argentina, donde toda su vida estuvo orientada a sus ideales, y allí puso su tiempo y su dinero.

Yo no pasé fácil la adolescencia cuando se fueron a Israel, pero les doy todas las gracias por la libertad que me dieron, que nos dieron. Tengo un regalo de mi mamá que le aprecio toda la vida, que siempre me tuvo confianza, yo sabía que ellos sabían que yo siempre voy a estar bien, y eso me da mucha fuerza. Mi mamá creyó en mí. Nunca pensó que yo era débil o necesitada, y no es que no haya sido una madre amorosa, lo era, ella daba por hecho que yo estaba bien, y eso se agradece.

Anita Arquilevich
Autora de la nota: Nora Pojomovsky

[1] Vendedor a domicilio

[2] Educador no formal, guía, líder de movimientos comunitarios judíos.

[3] Club de niños

[4]Trad. Del hebreo: migrar a Israel.

[5] Enviado por la Agencia Judía para Israel a los países de la diáspora.

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